El miedo que cuida

El miedo que cuida

16/09/21

(5 años de nuestra hija)

Ella juega con dinosaurios mientras se baña… El tiranosaurio rex le dice al carnotauro

“­-Es bueno el miedo….

-¿Que dices?

-Es bueno tener miedo… porque un dia hubo fuego y mis hermanos no tenían miedo… y se quemaron. Yo tenía miedo y huí y me salvé “

Hacer contacto con nuestro miedo nos cuida, nos conecta. Cuando somos niños o niñas y tenemos miedo, lo primero que hacemos es buscar una mirada que nos guíe, un cuerpo que nos sostenga, una voz que nos ayude a darle sentido….

Son los adultos quienes nos habilitan y co-regulan para que el miedo tenga espacio. Así aprendemos a reconocer nuestros límites y nuestras potencias. Así podemos permanecemos en contacto con nuestro cuerpo, nuestras emociones y nuestra intuición. Y así vamos tejiendo un camino de independencia en conexión, para poder cuidar de nosotros mismos.

Abrirle las puertas al miedo, al dolor, al enojo, a la vergüenza….para que la alegría se quede cerquita.

Que la vulnerabilidad sea nuestra invitada de honor, es el mayor regalo que podemos brindarle a las infancias.

Desandar los pasos del “no tengas miedo”…. “pero ya está si no pasa nada”….”no es para tanto ” tal vez no es un camino fácil, o rápido, o cómodo.

Necesita tiempo de escucha, de contacto con nosotros mismos, de mirada hacia nuestra historia y la historia de quienes aprendieron a no sentir para seguir adelante.

Hay miedos como el del dinosaurio, que nos hacen huir. Hay otros, que nos hacen atacar. Y hay otros que quedan congelados en el tiempo.

Muchos de éstos últimos, son los miedos de nuestros niños, que no tuvieron con quien sentirlos. Y sentir siempre nos cuida. De a poco, con paciencia, amablemente, amorosamente.

En esta cultura que insiste de tantas maneras (y en tantas películas), que para ser valientes hay que saltar al abismo sin tener temor, me ha llevado cierto tiempo aprender que a veces, valentía también es frenar al lado del abismo, observar el paisaje, tomarme el tiempo que necesito y buscar recursos, para construir un puente seguro, que me cruce hacia el otro lado del abismo… caminando de la mano del miedo.

La Ayuda

La Ayuda

Por Mora Salzman

Ayudarnos mutuamente es un acto permanente y necesario entre los seres humanos para desarrollarnos en nuestra vida. Sin embargo dependiendo del lugar que estemos ocupando dentro de cada grupo, la ayuda sigue una serie de órdenes para que sea equilibrada. En la familia por ejemplo, el acto de ayudar se da naturalmente desde arriba hacia abajo: los padres dan y los hijos toman; cuando esto no es así todos los miembros del grupo pierden fuerza.

En un vínculo entre pares en cambio-en la pareja por ejemplo- el orden se da de una manera diferente: podemos dar lo que recibimos a través de la compensación y cada cual se hace cargo de su parte de la responsabilidad por igual.

Entonces, para poder ayudar y dar algo a alguien primero necesitamos haber tomado; recién allí tenemos la fuerza y la necesidad de dar. Cuando por ejemplo queremos dar lo que no tenemos o tomar lo que no necesitamos el primer desorden se hace visible y repercute en nuestros vínculos cotidianos de diversas maneras.

Por otro lado, desde el rol que cada uno ocupa en otros círculos, por ejemplo en su profesión, también hay una manera de ayudar que da o quita fuerza a quien es ayudado. Este modo tiene que ver con el respeto al destino y las elecciones del otro tal y como se manifiestan; dependiendo de cómo miramos a la persona que queremos ayudar esta ayuda fortaleza o debilita, une o separa.

A través de la mirada sistémica de las Constelaciones Familiares podemos comenzar a mirar desde una óptica diferente los modos que tenemos de ayudar y la consecuencia de los mismos.

Cada cual tiene la fuerza para afrontar su propio destino; si concordamos en lo profundo con esto podemos sentir en qué lugar necesitamos estar para acompañar y dejarnos acompañar con respeto y amor.

5° Parte Constelaciones Familiares y Trauma

5° Parte Constelaciones Familiares y Trauma

“Neurocepción: Porges acuñó este término para describir las formas en que nuestro sistema nervioso autónomo responde a las señales de seguridad, peligro y amenaza vital dentro de nuestros cuerpos, en el mundo que nos rodea y en nuestras conexiones con los demás. A diferencia de la percepción, se trata de “detección sin conciencia” (Potrges, s.f), una experiencia subcortical que ocurre muy por debajo de los dominios del pensamiento consciente.”  Deb Daba, La teoría polivagal en terapia. Cómo unirse al ritmo de la regulación.

Nuestro primer recurso humano es la búsqueda de contacto, la necesidad de establecer una relación. Los adultos somos tejedores de coherencia de las infancias. Es nuestra responsabilidad ser este espacio seguro, que valide y nombre lo que sucede, que de espacio a las necesidades primarias de regulación de los niños, para que puedan crecer sintiéndose seguros y conectados consigo mismos y así, puedan desplegar redes relacionales saludables.

Siguiendo con nuestro ejemplo, si la mamá de esta niña acudió a su llamado, la sostuvo con un tono corporal relajado, se abrió emocionalmente a sentir el miedo con ella y validó su experiencia con palabras, la niña logró corregularse y volver a un estado de conexión consigo misma, pudiendo desplegar su curiosidad hacia el mundo nuevamente y llevando consigo una nueva experiencia de vida.

SI en cambio, su mamá la retó, o no estaba cerca y disponible, o se asustó mucho tensionando su cuerpo, o invalidó la experiencia diciendo frases como “no pasó nada/ ya está/ no tengas miedo del perro si es bueno/ no fue para tanto”, la niña no tuvo la posibilidad de integrar orgánicamente su experiencia y probablemente, tampoco pudo volver a sentirse segura para salir a explorar nuevamente su contexto.

Si nos criamos con patrones de conexión y corregulación saludables, habrá coherencia entre lo que nos sucede a nivel corporal, emocional y mental; estaremos en contacto con nuestra vulnerabilidad; sentiremos que podemos abrirnos y confiar en las personas que nos rodean; estaremos curiosos y abiertos al mundo, pulsaremos al ritmo de la Vida.

Si en cambio nos criamos con patrones de desconexión y sin corregulación, habrá incoherencia entre nuestro cuerpo físico, emocional y mental; intentaremos protegernos o desconectarnos de nuestra vulnerabilidad; nos sentiremos cerrados, amenazados o distanciados de los demás; estaremos indiferentes, enojados o aislados del mundo, nos lograremos encontrar la conexión con el ritmo vital.

Cuando nos referimos a estos patrones, se trata de regularidades desplegadas en el tiempo y en el espacio. Es por eso que, entre estos dos extremos anteriormente descriptos, se despliegan infinidad de matices y sutilezas, con mucho más elementos de los aquí mencionados. 

Sin embargo, creo que nos ofrece una idea general para comprender la importancia vital de este mecanismo para nuestra supervivencia. Es inteligencia pura en acción. Si no tuvimos quien nos acompañe: no sentir, o salir corriendo, o volvernos agresivos, por ejemplo, fue lo mejor que pudimos hacer para sobrevivir en un contexto que no era seguro para nosotros. Este reconocimiento es una llave de acceso a lo que quedó guardado sin digerir de nuestras experiencias pasadas, porque como dice Thomas Hubl, el pasado es pasado porque está integrado, de lo contrario, es presente.

En la filosofía de Bert Hellinger podemos decir que todo lo que se excluye se repite, como una vía que encuentra la conciencia familiar para darle lugar a aquello que en su momento no lo tuvo. Esta exclusión se da en múltiples niveles: en nuestro cuerpo (tensiones, síntomas, partes anestesiadas, fragmentación, híper o hipo activación, etc.), en nuestras emociones (ira, miedo, angustia, vergüenza, desconexión, etc.), en nuestra mente (relatos personales y familiares, juicios, silencios, olvidos, desórdenes mentales, etc.), es nuestro campo relacional (incomunicación, aislamiento, dificultades en formar una pareja, conflictos, polarización y fragmentación etc.)

En los espacios que habitamos hoy como adultos, cada encuentro es una oportunidad de corregularnos. Ya sea en un ámbito terapéutico, un docente con sus estudiantes, un equipo de trabajo, un grupo de amigos o un padre con su hijo, desplegar conscientemente nuestros recursos de contacto y regulación, nos posibilita construir relaciones más equilibradas y seguras. Y cuando nos sentimos seguros, abrimos la puerta para que el pasado pueda integrarse en el presente y por lo tanto, el futuro pueda emerger.

“En cada una de nuestras relaciones, el sistema nervioso autónomo “aprende” sobre el mundo y se tonifica en hábitos de conexión o protección. La esperanza radica en saber que, si bien las experiencias tempranas dan forma al sistema nervioso, las experiencias actuales pueden remodelarlo” Deb Dana en La Teoría polivagal en terapia.

¿Cómo crear estos espacios de corregulación que nos permitan asimilar e integrar nuestras experiencias individuales y colectivas? ¿Qué recursos podemos desplegar para tejer redes de regulación colectiva que nos lleven a una mayor coherencia y alineación con la vida?

Cuando nos sentimos seguros, podemos mirarnos a los ojos, sentirnos cerca, hacer contacto, confiar uno en el otro, comunicarnos amorosamente, desplegar nuestro potencial creativo, crear redes que nos sostengan para poder digerir colectivamente lo que nos abruma individualmente.

Intentaremos profundizar en este tema más adelante, pero para ello necesitamos hablar específicamente sobre el trauma: qué es, cómo se crea y qué efectos genera individual y colectivamente.

CONTINUARÁ…

Pariendo mis sombras

Pariendo mis sombras

Si de algo se trata el camino de la maternidad, o al menos el mío, es el de ir hacia la sombras.

Aquellas que vi y pensé que ya estaban integradas; aquellas que creí que no tenía; las que, aunque las veía y sabía que estaban, las dejé para más tarde; aquellas que no les di tanta importancia, pensando que solas se iban a retirar.

Pero si hay algo que caracteriza a las sombras es su capacidad de insistencia y resistencia. Están sabiamente diseñadas para permanecer todo el tiempo que las necesitemos. Y cuando nació ella,  allí estaban todas, felices de ser descubiertas, alumbradas, reconocidas.

¡Las vi las vi! Susurró en mi vientre…

¡Piedra libre para las sombras de mamá! gritó mientras la paría.

 Y junto a su alumbramiento, con la misma intensidad, una a una parí a mis sombras: mi lado oscuro, indeseado, enjuiciado, negado.

¡Tanta necesidad de ser vistas tenían! Es que el problema no son las sombras, es la forma en que nos vinculamos con ellas. ¿Cómo las miramos? ¿Queremos esconderlas, mutilarlas, excluirlas?¿Nos generan miedo, enojo, entumecimiento?

En esos espacios internos donde todo está tan oscuro que andamos a los tumbos, tanteando los bordes de nuestra piel para no caernos al abismo… allí se acurrucan nuestros hijos.

Allí nos huelen, nos escuchan, nos sienten.

Y lo hacen por amor. Un amor ciego que no distingue entre bien y mal, mucho o poco, lindo o feo. Un amor que lo único que quiere es estar cerca de mamá y papá, aunque eso implique subir la montaña, caminar por el desierto, dormir a la intemperie, luchar contra animales salvajes, pasar días de ayuno… l@s hij@s estamos dispuest@s a cualquier cosa, inclusive a dar la vida por nuestros padres.

Las sombras son nuestras aliadas; las creamos en algún momento, cuando era más seguro apagar la luz que mirar, taparnos los oídos que escuchar, perder el contacto que abrazar. Las crearon nuestros padres o abuelos mientras buscaban a los suyos, disociados entre un continente y otro, confundidos entre palabras de diversos idiomas y cuerpos de diferentes texturas.

¿Cómo abrazar mis sombras? ¿Cómo mirarlas con amor? ¿Cómo atreverme a cruzar esa frontera que en algún momento, por seguridad, tracé?  ¿Cómo atreverme a entrar a un espacio que por tantos años permaneció deshabitado?

Hay puertas que hace generaciones se cerraron. Gracias a estos candados la vida pudo continuar. Y luego llegan ellos, con la llave atada a su cordón umbilical y sus ojos inocentes, invitándonos a entrar.

También llegan amig@s, trabajos, parejas, proyectos…todos precisan luz para poder entrar, energía para poder crear, amor para poder crecer.

¿A través qué rendija se cuela nuestra sombra?

Mirar la solución

Mirar la solución

¿Qué cambiaría si el problema se soluciona? ¿Qué te gustaría lograr? ¿Para qué trabajarías ese tema? Si el conflicto se transforma, ¿Cómo creés que sería para vos? Estas son algunas de las preguntas que aparecen durante un encuentro de Constelaciones Familiares.

Desde nuestra mirada, igual o más importante que conectarnos con el problema es hacerlo con su solución o con el estado interno que nos gustaría sentir tras la resolución, ya que de esta forma la energía del trabajo va direccionada y es sustentada por esa fuerza de transformación. Muchas veces contestar esta pregunta no es sencillo ya que estamos tan identificados con el conflicto- el cual tal vez nos ha acompañado durante mucho tiempo- que nos resulta difícil imaginarnos sin él.

Un primer paso para vislumbrar la solución y comenzar a darle lugar en nosotros, es mirar nuestros síntomas con otros ojos. Si cambiamos la perspectiva respecto a ellos podemos descubrir qué mensaje nos están trayendo, quién o qué está siendo excluido, desordenado o descompensado dentro de nuestro sistema familiar.

 El conflicto es entonces una manera que nuestra alma encuentra de equilibrar algo dentro del sistema y de alguna manera, su búsqueda por resolverlo; si comienzo a decirle que sí al conflicto en vez de a luchar contra él puedo también darme cuenta qué hay más allá de él y qué me está queriendo mostrar. Una vez que lo excluido tiene su lugar y que la energía recupera su orden natural dentro del alma familiar, el mensaje que el conflicto traía es entregado y ya no tiene razón de ser.

Desde esta perspectiva el síntoma que aparece en nuestra vida como un problema personal ya sea laboral, físico, emocional, vincular, etc., es una consecuencia o está en resonancia con un conflicto de origen familiar con el cual estamos implicados. Dicho de otra manera, cuando una parte nuestra está llevando algo por otro miembro del sistema (una culpa, un dolor, una responsabilidad…), o está mirando a alguien excluido por el sistema (un hijo no nacido, un abuelo alcohólico, una bisabuela muerta en el parto…) o algún hecho ocurrido (una guerra, un abuso, un accidente…) aparecen los conflictos en nuestro día a día que reflejan estas dinámicas inconscientes de lealtad y pertenencia hacia nuestro origen. Para dar un ejemplo concreto, una consultante viene porque se siente bloqueada en múltiples ámbitos de su vida: no consigue hallarse en el trabajo, no encuentra una pareja estable, no siente demasiado interés en estudiar lo que eligió y siente una tristeza de fondo que no sabe por qué la tiene ya que no se condice con algo concreto que le haya pasado; aparentemente todo está bien pero ella siente que algo falta y le gustaría sentirse más aliviada y con más alegría y confianza para encarar sus proyectos. Al desarrollarse la constelación lo que se muestra es que esta mujer está conectada con un hermano no nacido anterior a ella, quien no ha podido tener el lugar que le corresponde en la línea de hermanos y cuyo duelo no ha podido ser hecho por su mamá la cual, como se refleja en el trabajo, aún no lo puede mirar. En el alma de esta consultante se establecen lazos profundos con este hecho e inconscientemente le dice a su mamá “Yo lo miro por vos” y le dice a su hermano “Como vos no pudiste, yo tampoco”.  Cuando esto sale a la luz y la persona toma consciencia de esta conexión también puede comenzar a respetar el destino de este hermano y dejarlo con su mamá, que es la única que puede llevar ese dolor, el cual es parte de su historia y de su fuerza.

Este movimiento permite a la consultante estar finalmente disponible para mirar su propio destino y, en honor de su hermano, disfrutar de la vida que ella sí pudo tener.  Este ejemplo relatado muy brevemente nos muestra cómo cuando en el alma algo se reordena y se integra estamos más libres para conectarnos con nuestra propia vida.

Muchas veces sin embargo, luego de asistir a un taller surgen las preguntas: ¿Cómo hago ahora? ¿Qué tengo que hacer con esto que se me muestra? Tomar la solución que la Constelación nos propone es el comienzo de muchos cambios en nuestra vida y requiere de una gran entrega para transformar nuestras creencias y juicios, nuestros modos de vincularnos con nosotros mismos y los demás, nuestro concepto de la ayuda y la responsabilidad, etc. etc.  Esto es un proceso que no se realiza de un momento para otro; aunque sí puede haber saltos cuánticos luego de un trabajo y podemos notar que algo cambió- aunque no sepamos muy bien qué exactamente- siempre decimos que esta herramienta es una filosofía de vida, que todo tiene su tiempo y su proceso y que el movimiento iniciado luego de haber asistido a un taller continúa por mucho tiempo. Así, la mejor manera de apropiarnos de ella y nutrir lo que trabajamos es seguir asistiendo a los encuentros, seguir ampliando la mirada junto a otros, continuar trabajando sobre nosotros mismos con las herramientas y recursos que nos resuenen, continuar día a día afinando nuestro instrumento y abriendo nuestro corazón a lo que habita en lo profundo de nuestra alma.

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