He descubierto que un hogar seguro… 

No es un hogar donde no hay conflictos.

No es un lugar en donde lo malo queda fuera.

No es un espacio libre de repeticiones del pasado.

No es un lugar en donde nunca salimos lastimados.

No es un espacio siempre agradable y cómodo.

No es un hogar ideal y perfecto.

Es un hogar en donde todo esto que nos duele, que nos incomoda, que nos enoja, que no nos sale como deseábamos….puede ser mirado, escuchado, acogido, abrazado.

Es un espacio en donde a veces nos lastimamos, pero tenemos el coraje de sanar juntos las heridas que causamos.

Es un lugar en donde podemos hacer una pausa y reconocer lo que nos sucedió, para volver a empezar nuevamente.

Es un espacio donde nos podemos reconocer vulnerables, erráticos, aprendices.

Construir un hogar seguro, necesita tiempo para mirarnos a los ojos y realmente vernos, para poder hablar y realmente escucharnos.

Construir un hogar seguro necesita de espacio, tanto interno como externo, para que cada cual siga su propio ritmo y juntos, creemos esa danza familiar.

Construir un hogar seguro necesita de nuestra entrega, primero hacia nosotros mismos, para poder dar lo que si tenemos y dejar de luchar con lo que aún no logramos.

Necesita respeto….respeto a todo tal como es; ese respeto que incluye todos los NO, todos los limites, todas las heridas, todo lo que no nos gusta. Ese respeto que no deja nada  debajo de la alfombra o del otro lado de la puerta

Un hogar seguro necesita de nuestra presencia, de nuestra práctica diaria del atestiguar, de hacer contacto y reconocernos…así de vulnerables, así de humanos.

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