“Neurocepción: Porges acuñó este término para describir las formas en que nuestro sistema nervioso autónomo responde a las señales de seguridad, peligro y amenaza vital dentro de nuestros cuerpos, en el mundo que nos rodea y en nuestras conexiones con los demás. A diferencia de la percepción, se trata de “detección sin conciencia” (Potrges, s.f), una experiencia subcortical que ocurre muy por debajo de los dominios del pensamiento consciente.”  Deb Daba, La teoría polivagal en terapia. Cómo unirse al ritmo de la regulación.

Nuestro primer recurso humano es la búsqueda de contacto, la necesidad de establecer una relación. Los adultos somos tejedores de coherencia de las infancias. Es nuestra responsabilidad ser este espacio seguro, que valide y nombre lo que sucede, que de espacio a las necesidades primarias de regulación de los niños, para que puedan crecer sintiéndose seguros y conectados consigo mismos y así, puedan desplegar redes relacionales saludables.

Siguiendo con nuestro ejemplo, si la mamá de esta niña acudió a su llamado, la sostuvo con un tono corporal relajado, se abrió emocionalmente a sentir el miedo con ella y validó su experiencia con palabras, la niña logró corregularse y volver a un estado de conexión consigo misma, pudiendo desplegar su curiosidad hacia el mundo nuevamente y llevando consigo una nueva experiencia de vida.

SI en cambio, su mamá la retó, o no estaba cerca y disponible, o se asustó mucho tensionando su cuerpo, o invalidó la experiencia diciendo frases como “no pasó nada/ ya está/ no tengas miedo del perro si es bueno/ no fue para tanto”, la niña no tuvo la posibilidad de integrar orgánicamente su experiencia y probablemente, tampoco pudo volver a sentirse segura para salir a explorar nuevamente su contexto.

Si nos criamos con patrones de conexión y corregulación saludables, habrá coherencia entre lo que nos sucede a nivel corporal, emocional y mental; estaremos en contacto con nuestra vulnerabilidad; sentiremos que podemos abrirnos y confiar en las personas que nos rodean; estaremos curiosos y abiertos al mundo, pulsaremos al ritmo de la Vida.

Si en cambio nos criamos con patrones de desconexión y sin corregulación, habrá incoherencia entre nuestro cuerpo físico, emocional y mental; intentaremos protegernos o desconectarnos de nuestra vulnerabilidad; nos sentiremos cerrados, amenazados o distanciados de los demás; estaremos indiferentes, enojados o aislados del mundo, nos lograremos encontrar la conexión con el ritmo vital.

Cuando nos referimos a estos patrones, se trata de regularidades desplegadas en el tiempo y en el espacio. Es por eso que, entre estos dos extremos anteriormente descriptos, se despliegan infinidad de matices y sutilezas, con mucho más elementos de los aquí mencionados. 

Sin embargo, creo que nos ofrece una idea general para comprender la importancia vital de este mecanismo para nuestra supervivencia. Es inteligencia pura en acción. Si no tuvimos quien nos acompañe: no sentir, o salir corriendo, o volvernos agresivos, por ejemplo, fue lo mejor que pudimos hacer para sobrevivir en un contexto que no era seguro para nosotros. Este reconocimiento es una llave de acceso a lo que quedó guardado sin digerir de nuestras experiencias pasadas, porque como dice Thomas Hubl, el pasado es pasado porque está integrado, de lo contrario, es presente.

En la filosofía de Bert Hellinger podemos decir que todo lo que se excluye se repite, como una vía que encuentra la conciencia familiar para darle lugar a aquello que en su momento no lo tuvo. Esta exclusión se da en múltiples niveles: en nuestro cuerpo (tensiones, síntomas, partes anestesiadas, fragmentación, híper o hipo activación, etc.), en nuestras emociones (ira, miedo, angustia, vergüenza, desconexión, etc.), en nuestra mente (relatos personales y familiares, juicios, silencios, olvidos, desórdenes mentales, etc.), es nuestro campo relacional (incomunicación, aislamiento, dificultades en formar una pareja, conflictos, polarización y fragmentación etc.)

En los espacios que habitamos hoy como adultos, cada encuentro es una oportunidad de corregularnos. Ya sea en un ámbito terapéutico, un docente con sus estudiantes, un equipo de trabajo, un grupo de amigos o un padre con su hijo, desplegar conscientemente nuestros recursos de contacto y regulación, nos posibilita construir relaciones más equilibradas y seguras. Y cuando nos sentimos seguros, abrimos la puerta para que el pasado pueda integrarse en el presente y por lo tanto, el futuro pueda emerger.

“En cada una de nuestras relaciones, el sistema nervioso autónomo “aprende” sobre el mundo y se tonifica en hábitos de conexión o protección. La esperanza radica en saber que, si bien las experiencias tempranas dan forma al sistema nervioso, las experiencias actuales pueden remodelarlo” Deb Dana en La Teoría polivagal en terapia.

¿Cómo crear estos espacios de corregulación que nos permitan asimilar e integrar nuestras experiencias individuales y colectivas? ¿Qué recursos podemos desplegar para tejer redes de regulación colectiva que nos lleven a una mayor coherencia y alineación con la vida?

Cuando nos sentimos seguros, podemos mirarnos a los ojos, sentirnos cerca, hacer contacto, confiar uno en el otro, comunicarnos amorosamente, desplegar nuestro potencial creativo, crear redes que nos sostengan para poder digerir colectivamente lo que nos abruma individualmente.

Intentaremos profundizar en este tema más adelante, pero para ello necesitamos hablar específicamente sobre el trauma: qué es, cómo se crea y qué efectos genera individual y colectivamente.

CONTINUARÁ…

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