Hay rincones de nuestro cuerpo en los que nos hemos escondido por años.
Órganos sosteniendo miedos, tejidos albergando enojos, huesos escondiendo tristeza.
Años de tensión, de historia sin procesar, de emociones sin conectar.
Hay rincones de nuestro cuerpo que de tanto sentir, hemos aprendido a dejar de hacerlo.
Hay espacios de nuestro cuerpo abarrotados de pensamientos, de ruidos que nos cuidan para no escuchar el silencio ensordecedor.
Espacios cerrados con traba y candado, llenos de fantasmas que nos susurran para ser liberados.
Hay rincones de nuestro cuerpo que quedaron aislados, incomunicados, desolados.
Hasta que en un instante… nos detenemos.
Y comienza el día en que decidimos desandar el camino: exploramos rincones, silenciamos los ruidos, destrabamos las puertas, relajamos los órganos, habitamos los espacios, miramos al enojo, abrazamos el miedo, tomamos la tristeza.
Nos habitamos. ¡Por fin! Nos habitamos. Un poco más íntegros, un poco más coherentes, un poco más vulnerables.
Y un día, nos volvemos a detener.
La mirada se abre y descubrimos, que no sólo es nuestro cuerpo. Somos muchos más: un cuerpo colectivo con un tejido social desgarrado; con venas vacías de sangre, que ha sido derramada una y otra y otra vez; con estructuras quebradas de sostener tanto peso por tantos años; con ojos que miran sin ver y oídos que escuchan sin oír.
Entre la muchedumbre un canto comienza a oírse. Algunos ojos se levantan del suelo, encontrándose con otros. Algunas manos se atreven a rozarse y las más osadas, se entrelazan. Otros cuerpos se asustan, quieren huir. Otros se enloquecen, quieren atacar. Los últimos se petrifican, no saben qué hacer ni que sentir. Es algo nuevo para todos.
Nos damos tiempo. Tenemos todo el tiempo del mundo.
Vamos creando un espacio para respirar juntos. Nuestros corazones poco a poco, se acompasan.
Hay rincones de nuestro cuerpo colectivo que comienzan a iluminarse. Hay puertas que comienzan a destrabarse, hay palabras que comienzan a decirse y silencios que nos sostienen.
¡Por fin! Nos habitamos. Un poco más íntegros, un poco más coherentes, un poco más vulnerables.
Es algo nuevo para todos, nos damos tiempo. Tenemos todo el tiempo de mundo. Nuestro viaje de mil millas, comienza hoy, con nuestro primer paso.