¿De qué hablamos cuando decimos dar un lugar a lo que se manifiesta en una Constelación Familiar? ¿Qué es incluir o reconocer que alguien forma parte del sistema familiar? ¿De qué modo podemos comenzar a hacerlo? Nos encontramos muchas veces con estas preguntas y de alguna manera, nos proponemos volcar algunas ideas sobre ellas.
Cuando decimos dar un lugar estamos proponiendo ampliar la mirada, habilitarnos a escuchar otras dimensiones que habitan en la profundidad de nuestro ser y que develan dinámicas familiares ocultas hasta ese momento; soltar nuestra mente y permitirnos sentir el amor, el dolor, lo no dicho, lo no reconocido. En todos los entramados familiares se producen diversos hechos a lo largo de su historia que llevan a los miembros de una generación al desorden y la exclusión: duelos no realizados, pérdidas no reconocidas, inmigraciones, abandonos, enfermedades, adicciones, guerras, entre otros. Cuando estos hechos no son procesados o incluidos, buscan hacerlo a lo largo del tiempo en las generaciones posteriores, ya sea a través de su repetición o de otros conflictos y síntomas que, aunque diferentes, están en conexión con el mismo origen.
¿De qué modo damos un lugar o incluimos estos hechos? Un primer paso es mirando con buenos ojos y con respeto a todo tal como fue, sin pretender modificarlo, sin sentirnos mejores o creyendo que nosotros lo hubiéramos hecho distinto, parándonos con humildad ante nuestro origen así como fue. Este primer paso de renuncia y entrega a todo tal como fue y como es, nos habilita a re-tomar la fuerza que proviene de este origen; abrir nuestros poros y acariciar la compasión, el amor, el dolor; reconectarnos con nuestros vínculos primarios, despertar la memoria de nuestras células y volver a entrar en contacto con lo esencial…la vida que vino a través de nuestros padres, abuelos, bisabuelos y más allá.
Las CF son una herramienta que trabaja desde la vivencia y como tal, una buena manera de responder las preguntas que nos surgen es a través de la experiencia que cada uno tiene con ellas, la cual no es sólo personal, sino que además está atravesada por nuestros filtros mentales, emocionales, corporales, transgeneracionales, etc.
Por otro lado, dar lugar en el corazón a lo que una CF muestra es una vivencia individual y colectiva al mismo tiempo. La llave de transformación se encuentra en el interior de cada persona que se abre a ver y trabajar un tema propio: cuando algo internamente comienza a moverse, también habilita a que lo hagan las imágenes de la constelación y a su vez, cada uno de los participantes que resuena con lo que se está mostrando lo hace consigo mismo. Como si fuera un espiral en movimiento, la energía de esta vivencia profunda toca de una u otra manera a todos los presentes y la transformación siempre es colectiva.
¿Cómo nos damos cuenta que este movimiento de decir que sí, de dar lugar a todo y todos en nuestro corazón se inició? Por los efectos que este movimiento genera. En primer lugar en nuestro interior algo comienza a cambiar con respecto al tema trabajado, depende de cada persona hay una sensación de calma, de alivio, de estar en paz con ello, de aceptación. Aunque también puede ser, que nos conecte con un dolor o un enojo que no estábamos registrando, o con una tensión o conflicto que no habíamos percibido.
A medida que permitimos que este movimiento interno continúe creciendo y que somos conscientes de este proceso, los efectos se extienden hacia diversos círculos de nuestra vida que estaban en conexión con ese tema.