¿Qué cambiaría si el problema se soluciona? ¿Qué te gustaría lograr? ¿Para qué trabajarías ese tema? Si el conflicto se transforma, ¿Cómo creés que sería para vos? Estas son algunas de las preguntas que aparecen durante un encuentro de Constelaciones Familiares.
Desde nuestra mirada, igual o más importante que conectarnos con el problema es hacerlo con su solución o con el estado interno que nos gustaría sentir tras la resolución, ya que de esta forma la energía del trabajo va direccionada y es sustentada por esa fuerza de transformación. Muchas veces contestar esta pregunta no es sencillo ya que estamos tan identificados con el conflicto- el cual tal vez nos ha acompañado durante mucho tiempo- que nos resulta difícil imaginarnos sin él.
Un primer paso para vislumbrar la solución y comenzar a darle lugar en nosotros, es mirar nuestros síntomas con otros ojos. Si cambiamos la perspectiva respecto a ellos podemos descubrir qué mensaje nos están trayendo, quién o qué está siendo excluido, desordenado o descompensado dentro de nuestro sistema familiar.
El conflicto es entonces una manera que nuestra alma encuentra de equilibrar algo dentro del sistema y de alguna manera, su búsqueda por resolverlo; si comienzo a decirle que sí al conflicto en vez de a luchar contra él puedo también darme cuenta qué hay más allá de él y qué me está queriendo mostrar. Una vez que lo excluido tiene su lugar y que la energía recupera su orden natural dentro del alma familiar, el mensaje que el conflicto traía es entregado y ya no tiene razón de ser.
Desde esta perspectiva el síntoma que aparece en nuestra vida como un problema personal ya sea laboral, físico, emocional, vincular, etc., es una consecuencia o está en resonancia con un conflicto de origen familiar con el cual estamos implicados. Dicho de otra manera, cuando una parte nuestra está llevando algo por otro miembro del sistema (una culpa, un dolor, una responsabilidad…), o está mirando a alguien excluido por el sistema (un hijo no nacido, un abuelo alcohólico, una bisabuela muerta en el parto…) o algún hecho ocurrido (una guerra, un abuso, un accidente…) aparecen los conflictos en nuestro día a día que reflejan estas dinámicas inconscientes de lealtad y pertenencia hacia nuestro origen. Para dar un ejemplo concreto, una consultante viene porque se siente bloqueada en múltiples ámbitos de su vida: no consigue hallarse en el trabajo, no encuentra una pareja estable, no siente demasiado interés en estudiar lo que eligió y siente una tristeza de fondo que no sabe por qué la tiene ya que no se condice con algo concreto que le haya pasado; aparentemente todo está bien pero ella siente que algo falta y le gustaría sentirse más aliviada y con más alegría y confianza para encarar sus proyectos. Al desarrollarse la constelación lo que se muestra es que esta mujer está conectada con un hermano no nacido anterior a ella, quien no ha podido tener el lugar que le corresponde en la línea de hermanos y cuyo duelo no ha podido ser hecho por su mamá la cual, como se refleja en el trabajo, aún no lo puede mirar. En el alma de esta consultante se establecen lazos profundos con este hecho e inconscientemente le dice a su mamá “Yo lo miro por vos” y le dice a su hermano “Como vos no pudiste, yo tampoco”. Cuando esto sale a la luz y la persona toma consciencia de esta conexión también puede comenzar a respetar el destino de este hermano y dejarlo con su mamá, que es la única que puede llevar ese dolor, el cual es parte de su historia y de su fuerza.
Este movimiento permite a la consultante estar finalmente disponible para mirar su propio destino y, en honor de su hermano, disfrutar de la vida que ella sí pudo tener. Este ejemplo relatado muy brevemente nos muestra cómo cuando en el alma algo se reordena y se integra estamos más libres para conectarnos con nuestra propia vida.
Muchas veces sin embargo, luego de asistir a un taller surgen las preguntas: ¿Cómo hago ahora? ¿Qué tengo que hacer con esto que se me muestra? Tomar la solución que la Constelación nos propone es el comienzo de muchos cambios en nuestra vida y requiere de una gran entrega para transformar nuestras creencias y juicios, nuestros modos de vincularnos con nosotros mismos y los demás, nuestro concepto de la ayuda y la responsabilidad, etc. etc. Esto es un proceso que no se realiza de un momento para otro; aunque sí puede haber saltos cuánticos luego de un trabajo y podemos notar que algo cambió- aunque no sepamos muy bien qué exactamente- siempre decimos que esta herramienta es una filosofía de vida, que todo tiene su tiempo y su proceso y que el movimiento iniciado luego de haber asistido a un taller continúa por mucho tiempo. Así, la mejor manera de apropiarnos de ella y nutrir lo que trabajamos es seguir asistiendo a los encuentros, seguir ampliando la mirada junto a otros, continuar trabajando sobre nosotros mismos con las herramientas y recursos que nos resuenen, continuar día a día afinando nuestro instrumento y abriendo nuestro corazón a lo que habita en lo profundo de nuestra alma.