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La maravilla de nuestro sistema nervioso: autorregulación y corregulación

Los niños no se traumatizan porque se lastiman. Los niños se traumatizan porque están solos con ese dolor. Gabor Maté

Nuestro sistema nervioso es un mapa sagrado, que nos conduce a descubrir el tesoro de nuestra conexión con la Vida. Gracias al funcionamiento de este sofisticado cableado interno, somos capaces de generar conexiones con nosotros mismos, de crear lazos relacionales saludables, de sentirnos seguros en el mundo que habitamos, de poder expresarnos y comunicarnos genuinamente, de sentir empatía y deseo de ayudar a otros. Como así también, gracias a esta inteligencia nerviosa somos capaces de protegernos, de desconectarnos cuando algo nos abruma y no podemos soportarlo, de defendernos del peligro o salir huyendo antes de que nos lastimen.

Comenzar a comprender su funcionamiento nos puede aportar muchísimo a la hora de comprender por qué ciertas personas responden de determinada manera ante los conflictos, cómo somos capaces de superar situaciones traumáticas sin morir en el intento; cómo nuestra capacidad de generar y sostener lazos relacionales y sociales está vinculada con nuestra inteligencia fisiológica. Nos puede permitir ver con mayor calidad cuál es la relación entre mis estados emocionales, mentales y mi accionar y cómo a su vez dicha conexión está vinculada con mi historia personal y la memoria transgeneracional.

Pero antes de profundizar sobre el trauma, nos gustaría referirme al mecanismo de autorregulación y corregulación, para enlazarlo luego con la comprensión del trauma, cómo nuestro sistema nervioso nos ayuda a sobrevivir a él y qué recursos podemos utilizar para integrarlo tanto individual como colectivamente.

Si nos imaginamos un bebé recién nacido, que estuvo nueve meses en un medio blando, calentito y acogedor, escuchando los latidos del corazón de su mamá, sin saber respirar ni comer por sus propios medios, sin haber estado en contacto con la luz o el sonido directo. ¿Qué necesitará ese ser para sentirse seguro apenas nace? El contacto con los brazos de su mamá, el sostén de su cuerpo, el sonido de su voz, el alimento de su pecho, el olor de su piel.

Durante los primeros meses de vida, el bebé no sabe que es otra cosa diferenciada de su mamá. Son ella en primer lugar y poco a poco su papá- o quienes sean sus cuidadores- los encargados de brindarle conexión y seguridad. Es mediante esta corregulación del sistema nervioso del adulto que aprendemos a autorregularnos en nuestro propio sistema nervioso. Partiendo de esta corregulación es que vamos generando una coherencia entre lo que le sucede a nuestro cuerpo, lo que sentimos emocionalmente, lo que pensamos y cómo nos relacionamos con el mundo externo.

Daré un ejemplo de lo anteriormente dicho. Imaginemos a una niña al aire libre que está aprendiendo a caminar: explorando este mundo nuevo con curiosidad y gozo, descubriendo los sonidos de los pájaros, el sonido del viento en las hojas, los colores de las flores, etc. De repente, en el medio de este placer, un perro viene corriendo a toda velocidad y ladra muy cerca de ella. ¿Qué sucede en el cuerpo de esa pequeña? ¿Cómo reacciona emocionalmente? Probablemente su cuerpo se tensione súbitamente, su respiración cambie, su corazón lata más fuerte, sus manos se transpiren, todo su mecanismo fisiológico y hormonal se ponga al servicio de la supervivencia (activando por ejemplo adrenalina y cortisol) y unos segundos después, llorará a gritos expresando su miedo y necesidad de ser alzada, sostenida, cuidada. Todos estos mecanismos explicados muy resumidamente, están al servicio de la supervivencia y ocurren sin mediación del razonamiento. Sin embargo, milésimas de segundos antes de que todo este mecanismo de defensa se despliegue, probablemente lo primero que hará esa bebé será buscar a través de su orientación y su mirada, alguien que la pueda ayudar. La búsqueda de conexión es siempre nuestro primer recurso.

CONTINUARÁ…

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